Es uno de los más míticos Mundiales de Rallies antes de que fuese desmantelado por la FIA tras una serie de graves
incidentes.
Aunque hoy en día no concebimos un coche de rallies sin tracción a las cuatro ruedas, la FIA daba los primeros pasos para legalizarla en el Mundial en 1979.
En el año 1979 la FIA empezó a dar los primeros pasos para legalizar el
mundial de rally y en el año 1983 la FIA creaba dos
nuevas categorías, los grupos A y B, que sustituían a los existentes hasta el
momento.
El más espectacular de ambos y el que se convertiría en la categoría reina
de los rallies era
el Grupo B.
Básicamente, permitía a los fabricantes diseñar directamente coches de
competición con materiales y tecnologías muy modernas para la época
Aunque dentro del Grupo B había clases estructuradas por límite de
cilindrada y peso mínimo, los ingenieros sabían cómo exprimir los motores
al máximo mediante compresores volumétricos y turbocompresores, obteniendo salvajes cifras de potencia
que superaban los 500CV en
las últimas temporadas.
El éxito de la categoría vino dado gracias principalmente a que atraía tanto a espectadores como a constructores. Los fans se agolpaban en las carreras
para poder ver aquellas brutales máquinas pasar a toda velocidad y
levantando polvo, acompañadas del rugido de sus motores y el silbido de
sus enormes turbos.
Los constructores, por su
parte, se beneficiaban del reducido número de vehículos de serie de
sus modelos que debían fabricar para poder participar y por tanto, no sólo las
grandes marcas podían meter la nariz en la categoría, sino también fabricantes
más modestos.
Algunas de las máquinas más bonitas y bestiales que han surgido de los Rallies nacieron en ésta época.
El primer coche diseñado específicamente para ser homologado como Grupo B
fue el Lancia 037, que cosechó
bastantes éxitos durante la temporada 83 y consiguió el título de constructores.
No obstante, la tracción trasera del Lancia 037
lo sentenció de cara a la siguiente temporada, poniendo en evidencia
la necesidad de evolucionar hacia la tracción integral, no sólo por la
posibilidad de aumentar la potencia de sus motores sino también para conservar
mejor las gomas y ganar ritmo.
La temporada 84 supuso un gran éxito para los Sport Quattro de Audi que conquistaron el título de constructores y pilotos.
La temporada de 1986 fue en la que las cosas empezaron a volverse
de otro color. Lancia acababa
de introducir su apuesta más brutal para ponerse a la altura de la competencia,
el Lancia Delta S4, una bestia
de más de 500 CV con turbo y
compresor que aceleraba de 0 a 100 km/h en 2,3 segundos, pero no sobre asfalto,
¡sobre grava o arena!
El Rally de Portugal vio cómo el Ford RS200 de Joaquim Santos
se salía de la carretera en una zona repleta de público, matando a tres
personas e hiriendo a decenas de ellas. Cada vez se ponía más de
manifiesto la peligrosidad de aquellas máquinas cuyo límite lo
marcaba la carretera y cuyos turbos trabajaban
a temperaturas altísimas, con
el consecuente riesgo de explosión en caso de accidente.
El peligro que suponían los coches se unía a la inconsciencia del
público, que no sólo elegía malos lugares para colocarse, sino que se plantaba
incluso en medio de la pista a la espera de los coches, como si de un juego se
tratase.
El detonante final para la prohibición del Grupo B ocurrió durante el Rally de Córcega de 1986, a principios de Mayo, donde Henri Toivonen y
su copiloto Sergio Cresto, que lideraban el Mundial, murieron
dentro de su Lancia Delta
S4 tras un grave accidente al salirse colina abajo en una zona arbolada.
El depósito de combustible del S4 se rompió por el impacto del accidente y
el coche se convirtió en una bola de fuego.
Tras el triste incidente, algunos constructores decidieron
no terminar la temporada y horas después la FIA daba
por extinguidos los Grupos B.
30 años después, y sin haber vivido aquella época, de los Grupo B son
coches que desaparecieron, pero que siguen vivos de alguna forma.
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